jueves, 21 de marzo de 2024

¿QUIÉN ES DIOS? (Artículo preparado por Patricio Sch. a partir de una pregunta de una estudiante de 5to año básico).

 

Todo el mundo se ha hecho esta pregunta en algún momento de su vida. Esta es una de esas preguntas que resuenan en el tiempo inspirando reflexión y buscando sentido a la existencia. Más allá de lo tangible esta pregunta no es solo un enigma filosófico y religioso; es una invitación a un viaje interior una exploración valiente en busca de la verdad que resuena en cada corazón humano.

Todos nosotros sabemos que nunca hemos visto a Dios que y nadie lo ha visto jamás.

 Aunque la Biblia hace referencia a las manos de Dios, esta es una forma simbólica de expresar su inmensa fuerza; asimismo cuando menciona sus ojos es una forma figurada de transmitir que él observa todo. La mención de su boca es solo una manera de hacernos entender que Dios habla y se revela.

Dios es un espíritu desprovisto de cuerpo inalcanzable inescrutable no se puede medir tocar ni sentir físicamente es importante entender que Dios es un espíritu personal, él no es una entidad abstracta; es alguien.

En la teofanía de la zarza que ardía sin consumirse, que vió Moisés en el monte Horeb (Éxodo, 3), vemos la autorrevelación de Dios. Dios se apareció a Moisés bajo la figura de una zarza que ardía sin consumirse. Allí entregó una revelación importantísima: Su nombre eterno es: Yahvé, que significa Soy el que Soy. Como símbolo, significa un encuentro con el Dios trascendente y con su revelación divina. Lo que ocurrió ahí fue una teofanía: una manifestación visible del Dios invisible.

Cuando Moisés se acerca a ver la zarza que arde sin consumirse, Dios le entregó una de las lecciones de teología más profundas que registran las Sagradas Escrituras. Dios se reveló a sí mismo de una manera que sigue siendo tan vigente en el día de hoy, como lo fue en aquel entonces. Veamos un fragmento del film de dibujos animados “El Príncipe de Egipto” donde se aprecia esta teofanía:

En relación con el espacio: Dios está en todas partes, El “llena los cielosy la Tierra” (Jeremías 23, 24), lo que significa que Dios no está ausente en ninguna parte; está presente en todas partes y en todo momento.

 Aunque nuestras mentes finitas puedan tener dificultades para entender esto, la verdad es que Dios está completamente presente aquí y allá en toda su plenitud.

¿Cómo es posible que Dios en toda su plenitud esté presente aquí, mientras que si pudiésemos viajar a la galaxia más remota y lejana Dios estría enteramente allí? Esta desconcertante realidad desafía y sorprende por completo nuestras mentes humanas, pero es exactamente lo que dicen las Sagradas Escrituras.

Dios es eterno: su eternidad se extiende por todos los siglos:  nuestras oraciones que hoy elevamos a Dios, El las escucha hoy como hace siglos escuchó los ruegos de Abraham, los cánticos de David, las súplicas o alabanzas de los profetas, o del mismo Jesús.

Esto, porque Dios permanece sin cambios; sin principio ni fin; sin edad. Él es infinito: sin límites.

El conocimiento de Dios trasciende nuestra comprensión limitada; estamos dotados de un conocimiento infinitesimal mientras que la comprensión de Dios es vasta y completa. Cuando venimos a este mundo somos nuevos en el aprendizaje, asimilamos las lecciones una a la vez y a menudo las olvidamos rápidamente; por el contrario, Dios nunca adquiere nuevos conocimientos porque nada le es desconocido, Él ve todas las cosas como realmente son en todo momento (salmo 147).

Su comprensión es infinita: esto significa que es imposible engañar a Dios; no podemos engañarlo ni distorsionar la realidad ante Él en cuanto a su poder. Él actúa según su elección. En el libro de los Salmos (Salmo 115,3) se afirma que él hizo todo según su buena voluntad. En el libro de Daniel leemos que él actúa según su voluntad en los ejércitos del cielo y entre los habitantes de la Tierra.

Nadie puede frenar su mano ni cuestionar sus acciones. El libro de Efesios refuerza que él realiza todas las cosas según el consejo de su propia voluntad, Incluso el movimiento de un insecto el soplo del viento e incluso las acciones de los hombres malvados, cada detalle ocurre exactamente como Dios planeó, sin que él sea de ninguna manera injusto.

En la Biblia Dios nos revela que él es Santo, porque es Dios es luz y en él no hay oscuridad alguna; es maravilloso pensar que este Dios eterno, omnipresente, omnisciente y omnipotente no es malo tiránico ni egoísta sino Santo, que todo en él es puro y correcto, que es justo como leemos en el salmo 145, que no comete errores ni tiene pensamientos incorrectos, que no habla palabras incorrectas ni realiza acciones incorrectas, que todo lo que Dios hace es bueno, que este gran Dios infinito y eterno que nunca comete ningún error, nos ama; que nos creó por amor, porque Él es Amor.

Dios es Amor; la Biblia no sólo afirma que Dios es amor, sino que va más allá y proclama que el Amor es en esencia Dios; si alguien no conoce a Dios tampoco conoce el verdadero significado del amor.

 En los libros del Éxodo, y en los libros del profeta Miqueas y Joel se destaca al señor Dios como misericordioso, clemente, paciente, lleno de bondad y verdad; lento para la ira.

Dios es amor en su magnanimidad; sin embargo, muchos se alejan de Él, aunque Dios es bueno con todos, Él concede lluvia, sol estaciones fructíferas e incluso alegría a quienes consideran a Dios su enemigo. La bondad divina queda en evidencia en las cosechas, en el pan que comemos y en las bendiciones que disfrutamos. Ello es una prueba suprema de esta bondad, y que es la voluntad de Dios el perdonar incluso a quienes lo consideran su enemigo, respondiendo a sus peticiones de misericordia como lo expresa la Biblia: Señor tú eres bueno y dispuesto a perdonar, rico en misericordia para con todos los que te invocan.

Todos necesitamos el perdón de Dios para unirnos a él en esta tierra y en la eternidad del cielo; sin embargo, nosotros, como seres pecadores cometemos muchísimos errores a lo largo de nuestra vida y la mayoría de las veces nos olvidamos de pedir perdón.

En la complejidad de la creación se manifiesta el poder de Dios, desde la molécula más pequeña hasta el intrincado equilibrio de la vida, desde el átomo y el ADN, hasta la creación del universo, se revela la sabiduría divina.

Al contemplar cómo Dios planeó la salvación de la desobediencia de nuestros primeros padres, a través del sacrificio en la cruz de Jesús.

Admiramos profundamente su sabiduría junto con el apóstol Pablo reconocemos la profundidad incomprensible de las riquezas de la sabiduría y el conocimiento de Dios, cuyos caminos son verdaderamente insondables. Todo esto nos lleva a dar gloria a Dios porque él es incomprensible en su grandeza; al explorar las páginas de la Biblia su mensaje es bastante claro como para que el quiera entender entienda y bastante oscuro como para que el no quiera entender no entienda.  Dios nos ha dado las respuestas; sin embargo hay preguntas que van más allá de nuestra comprensión, preguntas como Cómo puede Dios estar en todas partes y en todo momento en toda su plenitud o cómo puede Dios conocer todas las cosas sin aprenderlas estas preguntas nos desafían y no podemos ofrecer respuestas porque somos criaturas comunes y corrientes con mentes y oscurecidas por el pecado. La complejidad de cómo Dios puede ser justo amar lo justo y lo bueno y al mismo tiempo ser misericordioso con el pecador; o cómo puede ser tres personas distintas en un solo Dios, escapa a nuestra capacidad de respuesta.

Al enfrentar la inmensidad de lo desconocido que rodea la mente divina, nuestra limitación como criaturas se hace evidente y aceptamos humildemente que no tenemos la capacidad de comprender plenamente los designios de Dios Esta conciencia no nos lleva a ponernos en un lugar de humildad, ante la grandeza del creador.  Ante las incógnitas que impregnan la naturaleza de Dios solo podemos doblar nuestras rodillas en reverencia en nuestra sumisión; reconocemos que hay aspectos del ser de Dios que trascienden nuestra comprensión finita. Aceptar el misterio de Dios no es solo un acto de resignación sino una expresión de confianza en la soberanía y la sabiduría de Dios;  al inclinarnos ante Él entendemos que aunque no podemos descifrar completamente los misterios que rodean su esencia podemos confiar en su naturaleza y su revelación y admitir que Él es Dios y nosotros sus criaturas, no es solo una declaración de limitación, sino también una afirmación de confianza en la relación que él ha establecido con nosotros como creador y criatura. En nuestra entrega al misterio divino encontramos una fuente de humildad, adoración y confianza; reconocemos que incluso ante lo desconocido, la grandeza de Dios es motivo suficiente para rendirnos en reverencia aceptando que Él es el autor del misterio que impregna la existencia del universo, del mundo visible y del mundo invisible.